3/7/09

Adagios sobre el mal poema



1

El mal poema, según la ley fragmentaria de la voz y de la inscripción, puede ser: proyectil digresor; mapa de una obcecación: carraspeo derrotista; intersticio de una pasión administrativa; maquinaria de bastas refracciones; reflexión apócrifa; decoración de un aterido afán; hélice de un barco impropio; imprecisa ilusión de navegante; peldaño oculto bajo la opacidad de algún fracaso cotidiano; augurio de una catástrofe perfecta; elogio infamante; trompetería del miedo; silbo vulnerado; batidor de bibliotecas; impiedad pertrechada de desvíos; intento delictuoso; fru-frú frenético; prestación varia; juego resignado; ideograma de una urgencia; jugo de una masacre robada; piedra de hogar irredento; apetito de un hombre impiadoso; ejercicio avieso; maniobra predadora; ceniza, despojo, excrecencia; dilución de una infancia gloriosa; lento arbitrio de gazmoñas compulsiones; dislexia endosada a la tinta; fruta obsecuente del destino; terca ilusión; viento impregnado de rastros crematorios; rumor fatalista; plazo de sí mismo; huída del mundo en llamas; trabajosa impostura. Y no es poco.



2

El mal poeta es disléxico, afásico; es un glosador de la agrafia y del silencio. Cf. el verso de Octavio Paz: “nuestros oráculos son los discursos del afásico”.


3

Si se acepta la triste conclusión de que el acuerdo entre la palabra y el mundo, es un acuerdo frágil y arbitrario, como creen los judíos, no es de extrañar que el mal poeta reconozca que el poema no debe comunicar necesariamente nada. Alienación y solipsismo.


4

Esa música al fondo del mal poema; suficiencia de la escritura como lenguaje puramente semiótico. Poco importa lo que diga. El poema es “de” y “para” el poema mismo. Ya no hay juego simbólico. La travesía va de la propia textualidad al silencio. La palabra no es sino un valor semántico que nada tiene que ver con la realidad exterior o interior.


5

El mal poeta, con voz rota y afónica, se resigna a la salvación en el desprecio. Ya no cree en el lenguaje como un mapa de la realidad, sino como algo mascullado, maltratado, escupido, desangrado. Su fiebre demiúrgica se reduce a encontrar el éxito en el fracaso.


6

“¡Soy un poeta! Lo soy. Lo soy. Soy un poeta, insistí, avergonzado”, dijo Williams Carlos Williams. Así, con autocompasión, juega el mal poeta su vida o la cambia por el más infantil espejismo.


7

A la deriva, al vértigo, según la ley de las alucinaciones, el mal poeta se retira, y retrayéndose, a fin de entregar sus clandestinas peripecias, se endurece, hasta apretarle el alma. ¿Cómo saltar por encima de la conflagración de acres soplos anónimos y fríos?


8

El poeta auténtico, en cambio, descarga sus afónicas lamentaciones, porque de corazón confiesa lo que más teme encontrar tras el velo de su impotencia: no hipótesis de lucha al sol del día, sino un rostro misericordioso. Dándose, pues, al poder del símbolo y del discurso simbólico, excluye de manera muy rígida las peculiaridades de la experiencia.


9

Para transmitir el sabor del silencio, el mal poeta sostiene las noches contaminadas por la memoria de otras noches, y desahoga en el poema todo el fastidio que almacena en su corazón.


10

Fruto de espesor amargo, el mal poema sólo es disputado ante adolescentes de sexo incierto, como un código en constante subversión.


11

La lengua no cesa de abrirse al mundo, pero el mal poema no dice el mundo, y éste no aquieta a aquél.


12

Vox horrísona. Vox tatuada. Voz turbada por rastros, señales, trazos, trizas, trozos. Vox populi. Vox clamantis in deserto.


13

El lenguaje del mal poema está marcado por cortes bruscos, por fragmentaciones, trizaduras.


14

Logografía: manchones de tinta china.


15

Las librerías otorgan a la poesía, como un favor, un rincón disimulado. No podía ser menos. ¡Hay tantos malos poetas, huérfanos de expresión, que llevan dentro de sí a un niño oprimido y sufriente!


16

El mal poeta cree que la mano que escribe el poema es sólo el gesto que escribe el poema. “Es —como dice Thomas Love Peacock— revolcarse en la basura de la agostada ignorancia, y hurgar en las cenizas de los salvajes muertos para hacerse con restos que regalar a los niños crecidos de la época”.


17

“Lenguaje acosado con una boca fatigada en su camino interminable a la casa vecina” (Johannes Bobrowski). He aquí uno de los preceptos del mal poema de hoy. A lo que hay que añadir, cómo no, la subversión irreverente, festiva con sus propios trazos, a fin de hacer de la página: un escenario conflictivo, un teatro de probabilidades donde lo real y su alteridad devienen parodia y encantamiento.


18

Las palabras se disfrazan de sí mismas y se sorprenden de su propio ser. El mal poema muestra varios mundos deseándose y negándose con gozoso impudor: encuentros estratégicos de infancias postergadas con futuros irrepetibles.


19

El mal poema se hace ritual de la nostalgia. Sólo la nostalgia puede revivir esa sucesión de muerte, para que nunca se sepa dónde terminan las palabras y dónde comienza el espacio (como decía Rilke, para alabar las poesías de Jacobsen).


20

El sonido del silencio no puede traducirse por otra palabra. Aquello que creemos ser el silencio es, en realidad, la imagen de confusas bibliotecas amasadas con polvo de uña.


21

La tradición lírica se caracteriza por la semántica de la significación. Es la tradición elegíaca de la infancia, cuyas intenciones son apelativas, interpelativas. El poema se vuelve hacia, se dirige hacia el lector apelando su complicidad.

La tradición surrealista se caracteriza por la semántica de la simbolización. El poema asciende hacia lo inmaterial.

La tradición formalista se caracteriza por el discurso elíptico, fragmentario, discontinuo, entrecortado. El poema nace sin memoria, cortado de toda construcción, olvidado de lo que lo precede y lo sigue. Convertido en fórmula críptica, autónoma.


22

Lo importante es alcanzar ese punto óptimo de “modulación” (paso de un registro tonal a otro) y “modalización” de la realidad cotidiana y del lenguaje de la comunidad.


23

¡Demasiado poetas convocando “el sol negro de la melancolía” (Gerard de Nerval)¡


24

El mal poema oscila entre la nota remisoria y la fatiga incipiente. ¿Cuántas veces, si no, acaba en entusiasmo que no cuaja?


25

Memorial para su único agravio: el mal poema.


26

¡Siempre el mismo lamento porque sólo queda lo que no se tiene! Todos los malos poetas polemizan siempre acerca de los límites del desaliento.


27

Parafraseando a Heráclito; aunque la palabra es común a todos los poetas, la mayoría viven como si cada uno tuviera su sabiduría particular.


28

Parece ser que fuertes dosis de patetismo prestigia a la poesía. Ahí está, por ejemplo, toda esa mitología del yo y de la autoindulgencia. En este clima nace el mal poema con cierta decepción frente a la realidad, a fin de que la memoria halle su cruel recorrido.


29

La palabra es y no es visual. Por tanto, el poema está y no está en el espacio de la palabra escrita.
La palabra es y no es duración de la memoria. Por tanto, el poema está y no está en la duración de la lectura.


30

El poema auténtico: hechura y despliegue; conexión y sorpresa; encuentro y disidencia.


31

Dócil, cedida a lo huidizo y permanente, la palabra se transforma en propia urdimbre. ¿Cómo, si no, expulsar del corazón todo el desaliento acumulado convirtiéndolo en música, rumor y símbolo?


32

El mal poema es la oración de un incrédulo que insiste en celebrar la imperfección de la vida. Laudatorio del infortunio.


33

En el poema no se debe desparramar la circunstancia, porque es muy difícil trazar un plan y seguirlo. La exigencia viene una vez que el poema nos solicita desde el primer verso dado por Dios. De otra manera no hay riesgo.


34

Un buen poema debe asociar sentidos y sonidos en justas asonancias o, lo que es lo mismo, en armonías concertadas. De lo contrario —como un golpe de dados— sólo aspirará, por debilidad, a su justificación inmediata.


35

Los malos poetas, por el tiempo que dura la lucidez del alcohol sucio en la sangre, invocan los maternos presagios de infortunio y desvisten las palabras con mano torpe y abrasada. Instauran su anemia vital en la rala trama de las palabras que giran sin sosiego en el vacío donde van a perderse las necias tareas humanas. Cuentan ¡tantas historias!, que parecen mármoles griegos unas veces y otras arlequines desangrados.
Por empeñarse en escribir una obra que ha de ser su vida misma y, por añadidura, con el apoyo logístico del infaltable y miserando crítico, les une el cansancio y el tedio de la convivencia estéril.


36

El mal poeta, conocedor de su paso escurridizo, escribe poemas para escarmiento propio, de cuyas invenciones la derrota es el único final aceptable.


37

En cualquier lectura de poesía aparece la misma idéntica exaltación del deseo y los mismos síntomas de una fatiga incipiente. Son lecturas de libros aburridos que intentan salvar con ademán juvenil entusiasmos que no cuajan.


38

Condena el mal poeta el compromiso con lo que la imagen verbal drena como efectos de superficie. ¡Cuán lejos está de encontrar el sitio del resplandor, esto es, la palabra precisa!


39

Toda idea o fórmula o norma que profese el poeta ante la elaboración de su poema, es siempre una peligrosa creencia que probablemente termine por ahuyentar a la poesía, o por traer al insobornable facilismo del que ninguno está exento.


40

En poesía es posible también decir —parafraseando a Simone de Garnier—, que no hay que capar su feminismo a la dicha para no reducirla a mero dicho.


41

El mal poema es una oración grávida de extorsiones.


42

Un poema sin correspondencia, ¿es poema?


43

La profundidad y la inteligibilidad no son términos contradictorios. Y el secreto de escribir no reside parcialmente en la manera en que puede uno llegar a dejar de hacerlo. No se trata de absolver la escritura en el viento.


44

Un poema auténtico es una indicación acerca de dónde podemos encontrar, no otro poema, sino un hombre que busca aniquilarse en el Creador.


45

No son las palabras las que buscan al poeta. Es él el que se preocupa por ellas. Porque si no se preocupa, ellas se convierten en ilusiones lisonjeras.


46

El mal poema, ¿no suena a última imprecación lanzada en el más sórdido suburbio?


47

El mal poema no busca jamás el equilibrio entre la concisión y la gran facundia, entre la cosa refinada y el hervor vital, entre lo lacónico y lo elocuente.


48

Sólo la urgencia de una palabra precisa que se adentre en las más profundas filiaciones del vivir, puede hacer posible certidumbre de belleza y majestad. Sólo la resonancia y transparencia de una sola palabra precisa.


49

La palabra precisa es el agua de nuestra sed. El agua que se abre a los reflejos de este mundo y los prolonga infinitamente, el agua que corre sin cesar.


50

Si “la cosa es una materia informada”, como enseñó Heidegger, tal vez sobre entonces la música de esos recuerdos que no tienen su vestido de agua.
El poema será así, no el sabor amargo de los días idos entre los dedos, sino una ráfaga de música embrionaria.


51

Sin miedo, tumultuoso, al borde de las mayores heridas, sin que le invada ningún lamento por la desnudez de los días, tal vez el poeta pueda todavía escuchar la palabra que no es siquiera música, apenas respiración.


52

Que no cese el animal de sonido bronco y continuo que viene del fondo y que las palabras no se disfracen de sí mismas.



Antonio José Trigo