LA
POESÍA, SEÑOR HIDALGO...
Don Quijote al caballero del verde gabán, fragmento del
capítulo XVI de la segunda parte de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la
Mancha (1615).
(...) La poesía, señor hidalgo, a mi parecer, es como una doncella
tierna y de poca edad, y en todo estremo hermosa, a quien tienen cuidado de
enriquecer, pulir y adornar otras muchas doncellas, que son todas las otras
ciencias, y ella se ha de servir de todas, y todas se han de autorizar con
ella; pero esta tal doncella no quiere ser manoseada, ni traída por las calles,
ni publicada por las esquinas de las plazas ni por los rincones de los
palacios. Ella es hecha de una alquimia de tal virtud, que quien la sabe tratar
la volverá en oro purísimo de inestimable precio; hala de tener, el que la
tuviere, a raya, no dejándola correr en torpes sátiras ni en desalmados
sonetos; no ha de ser vendible en ninguna manera, si ya no fuere en poemas
heroicos, en lamentables tragedias, o en comedias alegres y artificiosas; no se
ha de dejar tratar de los truhanes, ni del ignorante vulgo, incapaz de conocer
ni estimar los tesoros que en ella se encierran. Y no penséis, señor, que yo
llamo aquí vulgo solamente a la gente plebeya y humilde; que todo aquel que no
sabe, aunque sea señor y príncipe, puede y debe entrar en número de vulgo. Y
así, el que con los requisitos que he dicho tratare y tuviere a la poesía, será
famoso y estimado su nombre en todas las naciones políticas del mundo. Y a lo
que decís, señor, que vuestro hijo no estima mucho la poesía de romance, doyme
a entender que no anda muy acertado en ello, y la razón es ésta: el grande
Homero no escribió en latín, porque era griego, ni Virgilio no escribió en
griego, porque era latino. En resolución, todos los poetas antiguos escribieron
en la lengua que mamaron en la leche, y no fueron a buscar las estranjeras para
declarar la alteza de sus conceptos. Y, siendo esto así, razón sería se
estendiese esta costumbre por todas las naciones, y que no se desestimase el
poeta alemán porque escribe en su lengua, ni el castellano, ni aun el vizcaíno,
que escribe en la suya. Pero vuestro hijo, a lo que yo, señor, imagino, no debe
de estar mal con la poesía de romance, sino con los poetas que son meros
romancistas, sin saber otras lenguas ni otras ciencias que adornen y despierten
y ayuden a su natural impulso; y aun en esto puede haber yerro; porque, según
es opinión verdadera, el poeta nace: quieren decir que del vientre de su madre
el poeta natural sale poeta; y, con aquella inclinación que le dio el cielo,
sin más estudio ni artificio, compone cosas, que hace verdadero al que dijo:
est Deus in nobis..., etcétera. También digo que el natural poeta que se
ayudare del arte será mucho mejor y se aventajará al poeta que sólo por saber el
arte quisiere serlo; la razón es porque el arte no se aventaja a la naturaleza,
sino perficiónala; así que, mezcladas la naturaleza y el arte, y el arte con la
naturaleza, sacarán un perfetísimo poeta. Sea, pues, la conclusión de mi
plática, señor hidalgo, que vuesa merced deje caminar a su hijo por donde su
estrella le llama; que, siendo él tan buen estudiante como debe de ser, y
habiendo ya subido felicemente el primer escalón de las esencias, que es el de
las lenguas, con ellas por sí mesmo subirá a la cumbre de las letras humanas,
las cuales tan bien parecen en un caballero de capa y espada, y así le adornan,
honran y engrandecen, como las mitras a los obispos, o como las garnachas a los
peritos jurisconsultos. Riña vuesa merced a su hijo si hiciere sátiras que
perjudiquen las honras ajenas, y castíguele, y rómpaselas, pero si hiciere
sermones al modo de Horacio, donde reprehenda los vicios en general, como tan
elegantemente él lo hizo, alábele: porque lícito es al poeta escribir contra la
invidia, y decir en sus versos mal de los invidiosos, y así de los otros
vicios, con que no señale persona alguna; pero hay poetas que, a trueco de
decir una malicia, se pondrán a peligro que los destierren a las islas de
Ponto. Si el poeta fuere casto en sus costumbres, lo será también en sus
versos; la pluma es lengua del alma: cuales fueren los conceptos que en ella se
engendraren, tales serán sus escritos; y cuando los reyes y príncipes veen la
milagrosa ciencia de la poesía en sujetos prudentes, virtuosos y graves, los
honran, los estiman y los enriquecen, y aun los coronan con las hojas del árbol
a quien no ofende el rayo, como en señal que no han de ser ofendidos de nadie
los que con tales coronas veen honrados y adornadas sus sienes.
Miguel de Cervantes
(1547 - 1616)
(Imagen: pirograbado de Juan Elías Macías)
(Imagen: pirograbado de Juan Elías Macías)