7/12/09

ARIA





ARIA


(A mi padre, en el segundo aniversario de su muerte)



Porque un día me enseñaste,
con tus hábitos labriegos,
tanto el cauce en donde se elabora
el agua lenta y dura de la errancia,
como el árbol que vierte
su ruina fiel en el alud del fuego,
¿para qué esta oscura sed escondida,
si a mí me dijiste que las palabras
que no llegan a oírse son las únicas semillas
y que entre la flor y el fruto
está la vida, la mismísima vida,
y aun resistiéndote a la saña del olvido
como la rosa anudada al sarmiento,
supiste cómo dejar a un porvenir seguro
aquel momento en el que el invierno último
te mudó en áspero baldío?
¿para qué, si no importa que, ahora,
ya no me envuelva la música
de tu corazón amante del recuerdo,
si allá donde voy siempre llevo tu mirada
ajustada al curso de anchas temperaturas
y tu manera de tocar las cosas
con manos tan ávidas, ¡tan de tierra!?




Antonio José Trigo

(Sevilla, 5 de diciembre de 2009)