5/12/08

otra manera de reír




otra manera de reír

(1989)


y aconteció que el poeta
ante la euforia de los mercaderes
se quedó riendo y siguió riendo
(uno siempre es digno de risa)
y dijo al mundo
sin celebrar nada concreto
que él vino no a decir
(un decir sin más de cualquier modo)
que todo pasa reducido a silencio
ni a escribir a este lado del paraíso
versiones ficticias de su vida
para la incensación de lo absoluto
no a descubrir los códigos
sin alternativa y su absurdo
ni al niño que todos llevamos
hacia la muerte
no a descubrir que la risa
es una manera de la lágrima
ni a hablar de una soledad
desde otra soledad

sino que vino como un nómada de carpa
para atravesar la ciudad dormida
donde el desierto crece
cercando la irremediable insidia
de los funcionarios que interpelan
aterrados heridos sitibundos
quienes deben estar a las ocho en la oficina
a precisar una justa causa para morir
mientras imploran sin más salida
que adjurar servidumbres amadas
ese poco de vida propia que en otros ha quedado
porque ¿quién que vive en la ciudad
con un dolor de plomo en la garganta
no ha tenido un amor que fue su ruina?


vino no a visitar el ágora
donde el canto asfixia
cansado de tanta palabra inútil
de quienes para esforzarse en la fuerza del deseo
saben dolerse tan de sí que su voz
truecan en pálido elogio de mármol
a punto de transformarse en reliquia
sino a poner fin a esta patraña
de reclamar alguna parte
en los litigios de máscaras
calzadas sobre máscaras
ensayando por oscuras callejuelas
no repetidos gestos de auxilio
de perdón o blasfemia
sino otra manera de reír
a quemarropa
porque ya no hay nadie que le asista
(todos se alambran el paso
de deseos jamás cumplidos)
de los tahúres los muy cabrones
quienes escondiéndose de sí
para tratar el asesinato del sol
demandan con ojos furibundos
y remendadas sonrisas
un destino sobre mármoles ilustres

deben comprender señores:
el poeta no hizo el sol a su imagen
ni la cadencia de su música definitiva
cerniendo la criba de los años
sino tan sólo la densidad implícita
que surge del discurso inconfeso del aire
y de sus arterias aún íntegras
no es naturalmente el dueño
de esa irrescatable música
pero sí es su interlocutor privilegiado
en el sentido mismo de saberse
en la trampa mejor de cada instante
la consonancia externa
de una metáfora delictiva
en el sentido mismo de reconocerse
como un vendedor callejero
que custodia tardes prolvorientas de azul
yendo y viniendo por calles de deriva
no siempre nombrables donde olvida
sus rostros y nombres sucesivos
en el sentido mismo de lo que es
cultivando los acuciosos herrumbres
que le envía la noche
con los que vela cumple
su palabra abierta al silencio
con un brillo de otro mundo
que resulta ser este mismo
sin intento ni designio ni mensaje

alguien puede alcanzar a oírla
mientras un buen vino alivia el paladar
porque no hace música anegadora
sobre los astros y sus posibles derivaciones
en trueque del cambio de escena y escenario
(no no es ese su propósito)
ni rescata orquídeas de niebla
de ninguna marea opalina
de canto provisorio
sino que sondea ciertas certidumbres
y sosiegos que envisca para vivir
como cuando uno desciende a mirar
una misma cosa con nombres diferentes
alimentada de implementos domésticos
sin caer en los apremios ilegales
sin que se oxide la ternura
por rancios desquites de suburbio

por eso lleva la mirada vacía
para llenarla de climas y de pájaros
y así poder entrar
donde recalan los deseos
donde todo ha de ser para ceniza
porque vino de la estación más alta de la lluvia
a sostener sólo un fragmento
de aquella primera hora solar
en que se levantaron las cosas
en desencajados templos

por eso aquí se queda
cara al corazón con sus señales
con su asombro nunca perdido
con sus manos ya desasidas
sin precisar voz ni luz ni tacto
sino a quienes gustan venir a ver el jardín
de la mano de alguien que no ama
la mirada clínica de sí mismo
que en otro ha ido formando

aquí queda con su inocencia antigua
huésped de cualquier ciudad sin tregua
en busca de algún rostro perdido
al cumplirse una cuota normal de actividades

así metido entre las gentes
antes que alguna tempestad secreta
le extravíe con su fuerza mayor
y le haga pasto de quién sabe qué sueños
(pobrecito ofendido que sería él)
antes que el justo tiempo humano
(esto es la condición necesaria
del álbum y del corazón
el claro enigma del pie sobre el cuello)
destruya toda demanda contra el olvido
con rabiosa alegría feroz alegría
el poeta vive la leyenda de la rosa
sobre la escalinata de la ceniza